En estos momentos, a falta de un buen estudio arqueológico, que sería deseable llevar a cabo, podemos aventurar hipótesis bastante probables. Estas hipótesis quedan condicionadas a revisión si el estudio llega a realizarse.
Probablemente se trata de una necrópolis señorial donde se han enterrado grandes terratenientes con los miembros de su familia o linaje. Es posible que las sepulturas en tierra correspondan a sus siervos o colonos.
Las personas enterradas serían jóvenes, pues la esperanza da vida entonces era muy corta, y cristianas, por la orientación que tienen todas las tumbas.
La forma de vida de estas personas de hace mil quinientos años nos la podemos imaginar repasando apuntes de la historia.
En los tiempos del Bajo Imperio Romano la decadencia económica había hecho perder importancia a las ciudades y dispersado la población hacia el campo. Allí se concentraban en las “villae”, grandes explotaciones pertenecientes a la nobleza terrateniente, cultivadas por esclavos y arrendadas en parte a hombres libres. El señor vivía en ellas con su familia y criados y pequeñas guarniciones de soldados que le defendiesen de las bandas de ladrones y rebeldes. En término de Figueruelas, en el llamado cabezo de Nava, se encontraron restos de una de esas “villae”: mosaicos, dolias (recipientes de gran tamañopara contener grano), tégulas, etc…
A comienzos del siglo V, cuando el Imperio Romano se hallaba en gran decadencia, penetraron en España grupos de pueblos (suevos, vándalos y alanos) que habían devastado la Galia (Francia). Esto supuso unos años de gran inseguridad: incendios, saqueos, muertes, etc…
Estos pueblos pasaron rápidamente por nuestra zona y no se asentaron en ella. En cambio sí lo hicieron pequeños grupos de visigodos, más civilizados que los pueblos anteriores, que habían pactado con el decadente Imperio para que les permitiera establecerse a cambio de combatir a los otros pueblos en defensa de Roma. Su establecimiento supuso que los hispano romanos tuvieran que cederles parte de sus tierras: un tercio si las cultivaban ellos mismos con sus siervos, y dos tercios si las tenían arrendadas.
En el año 476, es depuesto el último emperador romano. Ya en el 475, el rey visigodo Eurico había roto el lazo que le subordinaba a roma. Ahora se reconocía de derecho lo que ya existía de hecho: un reino visigodo que ocupaba la Galia y el norte de España (Hispania), que duraría poco tiempo con esta extensión, pues al ser los visigodos pueblo arriano, sus súbditos franco romanos católicos apoyaron a su enemigo, el rey francoClodoveo, que derrotó a los visigodos en Vouillé en el año 507. Así el reino visigodo se limitó a la Península y un pequeño fragmente en el sur de Francia, en Narbona. Al hablar del reino hispano visigodo es fundamental recordar que el número de visigodos que penetraron en España no superó 100.000 personas. Comparado con la población hispano romana estimada para estas fechas, unos cuatro millones, constituían tan sólo un 2%.
Esta aplastante mayoría hispano romana condicionó el nuevo estado visigodo. La población goda se localizó en zonas muy concretas: Segovia, la zona de Tierra de Campos,… En el resto del país había guarniciones godas en las ciudades. Las necrópolis conocidas se sitúan al oeste del Sistema Ibérico (Azuer está al Este, de ahí su importancia). En los siglos V y VI todavía enterraban a sus muertos en necrópolis propias (así, en nuestro caso, los sarcófagos podrían corresponder a hispano romanos y la vasija con cenizas a visigodos). Hubo una fusión de ambos pueblos en los siglos VI y VII, al permitirse los matrimonios mixtos, convertirse los godos al catolicismo y conseguirse que la ley fuese común a los dos pueblos.
La vida se centraba en el campo, en las explotaciones rurales, como en el Imperio Romano. La “villae” se dividía en dos partes para su cultivo: una era cultivada por los siervos del señor, sucesores de los antiguos esclavos y, a diferencia de ellos, obligados a permanecer en una tierra; y otra estaba formada por lotes entregados para su explotación a colonos. Se practica además de la agricultura, la ganadería trashumante. En las villas había actividades textiles y metalúrgicas. Los propietarios de estas explotaciones eran nobles visigodos o hispano romanos y, de forma creciente, también monasterios y sedes episcopales.
La economía era de subsistencia. Los escasos excedentes se intercambiaban o se prestaban a los colonos o a pequeños propietarios y el producto se atesoraba. El periodo más saneado económicamente fue el que va del año 570 al 600, por la presencia de los bizantinos que activaron el comercio, y por los triunfos militares de Leovigildo. Pero esta situación no era frecuente, y fueron más habituales los años de malas cosechas debidas a las inundaciones y a las plagas de langosta, que provocaban hambre y peste haciendo descender la población de modo importante. Estas crisis empujaban a los vascones fuera de su territorio para poder subsistir saqueando a los pueblos del valle. Así como a las partidas de bandoleros, siervos huidos, etc…, que devastaban el Valle del Ebro y hacían necesarias las guarniciones para defender villas y pequeñas ciudades (las ciudades no tenían más de 10.000 habitantes). Nuestra zona debió ser muy castigada por las plagas de langosta, porque los Monegros constituían una permanente reserva de dicho insecto.
Muchos hombres libres habían entregado sus tierras a un señor para que éste les protegiera de los vascones y bandoleros, pues el Estado no podía garantizar la seguridad personal. Esto hizo que se incrementase la gran propiedad y los antiguos pequeños propietarios se transformasen en colonos de sus propias tierras. Cada señor dominaba y protegía varias aldeas, pero los vecinos de las mismas se autogobernaban en lo que concernía a cuestiones de pastos comunales por medio de una asamblea de vecinos.
La población de los siglos V y VI tenía una corta esperanza de vida. Constantemente se veía amenazada por hambres y pestes que afectaban a todos, especialmente a los niños. Hubo pestes a mediados del siglo VI, en el 560 y a finales de siglo. Por ello la población no aumentó, sino que se mantuvo en los cuatro millones iniciales. En las épocas de máxima crisis los siervos intentaban huir, y eran castigados con duras penas pues era importante no permitir que disminuyesen los brazos en una explotación.
La familia en los siglos VI y VII era la comunidad nuclear formada por padres e hijos, que coexistía con otro tipo de familia, la extensa, con amplias parentelas de linaje.
El derecho canónico tendía a favorecer la generalización del matrimonio, rechazando el concubinato y el incesto, prohibiendo el divorcio y la separación voluntaria.
En la familia, la autoridad correspondía al padre, pero la mujer empieza a disfrutar de un “status” más elevado, a pesar de que el matrimonio siga siendo más una compra que un compromiso.
El matrimonio se realizaba a una edad temprana, 14 o 15 años, en relación con la sigue esperanza de vida, limitada por la frecuencia de abortos y exposiciones de recién nacidos a intemperie para que muriesen, lo que la iglesia condenaba en sus concilios.
Estos infanticidios se debían a las precarias condiciones de vida empeoradas por el aumento de bocas en la familia. Por el contrario, las familias nobles, deseosas de mantener hereditariamente su rango, cuidaban a sus hijos confiando su crianza a nodrizas y su educación a clérigos.
La Iglesia fue creando parroquias rurales para evangelizar la población. Así el cristianismo progresa de las ciudades al campo, más apegado a supervivencias paganas, brujerías, etc…
En estas fechas la religión se hace más individualista, más tendente a obtener la salvación personal, perdiendo el sentimiento social del principio.Como muestra de lo agitado y difícil de la época, diremos que Zaragoza, una de las ciudades importantes del reino, sufrió varios asedios por parte de los francos, vascones, etc… y vio pasar o fue punto de concentración de ejércitos destinados a luchar contra ellos o contra algún noble insurrecto. Como continuaban en uso las vías romanas, estos soldados y sus enemigos pasarían muy cerca de nuestro pueblo, afectando su paso a la vida de los que entonces habitaban la zona y construyeron las tumbas.
Siglos después, en esta misma zona o en sus inmediaciones más próximas, se localizaba el pueblo de Azuer, de religión mahometana, aunque las gentes fueran de raza hispana, descendientes de los enterrados en época visigoda, que con la invasión árabe se convertirían al Islam. Gentes, que tras la Reconquista, también estaban sometidas al dominio señorial de un noble, y que, a comienzos del siglo XVII, se verían expulsados de su tierra por no pertenecer a la religión católica, dejando despoblado el contorno. Por estas mismas fechas, en Figueruelas también fueron expulsados los moriscos, pero no todos; alguno permaneció, probablemente por haberse convertido al cristianismo. Y la comunidad cristiana, que habitaba en Figueruelas y no en Azuer, hizo que nuestro pueblo siguiera existiendo y Azuer desapareciese.